Por: Jorge Flores Shimabukuro y Frank Sanabria Iparraguirre
En su libro “El Fin del Trabajo”, Jeremy Rifkin, economista y ex asesor de Bill Clinton, describe el conflicto hombre-máquina y el avance tecnológico que poco a poco va invadiendo todos los rincones de la sociedad, convirtiendo al trabajador en un autómata, sujeto a presiones de cumplimiento tareas, y sobre todo exigiéndole un nivel de capacitación accesible sólo a una minoría. Ello origina despidos masivos, subempleo, y en consecuencia, preocupación, estrés, reclamos callejeros, huelgas de hambre, violencia y, hasta suicidios.
“Jeremy Rifkin intenta demostrarnos que estamos iniciando una nueva fase de la historia humana, caracterizado por lo que ya parece una permanente e inevitable decadencia de lo que hasta ahora entendíamos por trabajo. Las actuales cifras de desempleo, a escala mundial, son las mayores desde la gran depresión de los años 30.
El número de personas infraempleadas o que carecen de trabajo está creciendo a un ritmo vertiginoso, debido sobre todo a los millones de recién llegados al mercado laboral que se están convirtiendo en víctimas propiciatorias de una nueva revolución tecnológica.........En otras palabras, la gran mayoría de los trabajos van a desaparecer para no volver nunca jamás, de manera que el mundo acabará polarizándose en dos fuerzas, en dos tendencias potencialmente irreconciliables: por una parte, una élite bien informada que controlará y gestionará la economía global de alta tecnología; y por otra, un creciente número de trabajadores permanentemente desplazados, con pocas perspectivas de futuro y aún menos esperanzas de conseguir un trabajo aceptable en un mundo cada vez más automatizado....1
Los excluídos.- De acuerdo a Rifkin, la alta tecnología, el uso de ordenadores y robots ha invadido el centro de trabajo moderno. El ruido de máquinas pesadas ha desaparecido y por los circuitos y estructuras informáticas circulan millones de gigabytes de una vasta información de la cual el hombre debe ser capaz de procesar, interpretar y sobre todo sintetizar de manera adecuada a sus necesidades de trabajo.
Esta revolución tecnológica exige al trabajador moderno un enorme esfuerzo de adaptabilidad y capacitación para poder participar del proceso productivo. Proceso que incluirá sólo a los mejor calificados, a los trabajadores del sector moderno de la economía, desplazando a los millones de trabajadores que ante su carencia de activos educativos y culturales forman parte de la gran masa de personas que sobreviven en el subempleo, son los excluidos del sistema capitalista, son los trabajadores z que Adolfo Figueroa2 menciona en su hipotética sociedad Sigma.
Según Figueroa, en la sociedad peruana coexisten un sector capitalista, un sector denominado x –de autoempleo-, con cierto nivel de productividad, capital físico y capital humano, y un tercero, el sector z, conformado por los totalmente superfluos y excluidos de los mercados de trabajo, carentes de los activos mínimos para poder acumular y fuera de los mercados de créditos y de seguros.
El sector capitalista de la economía, dado el stock de capital y de exceso de población existentes, no puede absorber a todos los trabajadores x de la economía, aún si el salario se redujera al mínimo, por lo que estos generarán sus propios recursos, mediante el autoempleo; sin embargo, debido a rendimientos decrecientes, mientras más personas haya entonces menor será el ingreso medio. Estos trabajadores podrían expandir sus pequeñas unidades de producción y convertirse en capitalistas si pudieran acceder a los mercados de crédito y de seguros; manejan además, un nivel adecuado de tecnología y tienen una mayor productividad.
Sin embargo, el grueso de la población, que sufre pobreza, “el núcleo fuerte”, se encontrará en el sector z, que tiene dotaciones de capital físico y humano insuficientes para poder utilizar la tecnología del sector moderno o capitalista; tampoco pueden pertenecer al sector x, debido a su baja calificación y nivel de capital, por lo que no forman parte del mercado laboral. La única opción que tienen es el autoempleo, resultando así superfluos al sector capitalista. Estos trabajadores no pueden devenir en el largo plazo en trabajadores x, ya que son muy pobres para poder financiar tal nivel de inversión. A diferencia de los x, que pueden ser absorbidos por el sector capitalista de ocurrir una mayor inversión en stock de capital, el destino de los z no depende de la acumulación de capital, son los sin futuro de la economía peruana.
Los pobres para poder incrementar sus ingresos y salir de la pobreza necesitan capital físico, capital humano, capital financiero de corto y largo plazo, adquisición de seguros para sus productos, todo lo cual, según Figueroa, requiere financiamiento, “es decir, todos los factores que necesitan pueden ser reducidos a uno solo: financiamiento”.
En este sentido, un estudio realizado por el Programa de Estadísticas y Estudios Laborales, sobre el perfil de la PEA ocupada en la pequeña y microempresa3, establece indicadores para diferenciar entre las llamadas empresas con una lógica de sobrevivencia y las que acumulan y crecen, lo que constituye una medida del sector z de Figueroa. Se encontró que las micro empresas de 2-4 trabajadores son las que trabajan más horas, debido a su menor productividad, por lo que son las que tienen un menor ingreso; mantienen trabajadores familiares no remunerados (TFNR), muchas no están inscritas como empresas ante la SUNAT, es decir tienen un mayor nivel de informalidad; su nivel de tecnología y el nivel educativo de sus empleadores y trabajadores es insuficiente, lo que les impide la adopción de tecnologías adecuadas, menos aún podrán obtener una línea de financiamiento de alguna entidad crediticia. Aquí en estas microempresas de sobrevivencia estaría el sector z de Figueroa
Desamparo y violencia al trabajador.- Estos aspectos que ya fueron mencionados en el siglo XIX por Karl Marx cuando habló del proceso de deshumanización y enajenación del hombre obligado por la necesidad de sobrevivir en pleno auge del primer período industrial, reflejan esta tendencia mundial en la que el trabajador tiene cada vez una menor participación en los procesos de producción lo que genera un contexto jurídico de desprotección, ya que la mano de obra se convierte en un factor menos importante. Los empleos seguros ya no existen y la rotación de los trabajadores en las empresas se ha incrementado. Se han generalizado los contratos de trabajo temporales, a tiempo parcial y de manera independiente, como en nuestro país mediante los llamados “contratos de locación de servicios”, que no generan vínculo laboral.
En el Perú, el marco laboral de mayor flexibilización del trabajo ha sido implementado con el pretexto de facilitar las condiciones de empleo y de generación de más puestos de trabajo, ya que los inversionistas se verían atraídos a invertir en un mercado que ofrece condiciones flexibles de contratación y despido.En este sentido se dieron una serie de dispositivos que permitieron el despido arbitrario, es decir sin causa justificada y de manera imprevista, contraponiéndose a la anterior estabilidad laboral; se redujo la capacidad de negociación colectiva, debilitando el rol de los sindicatos, entre otros, que condujeron a un incremento del número de trabajadores independientes, que no reciben beneficios laborales, sin goce de vacaciones, seguros de salud, ni pensiones, en consecuencia precarizando el empleo en el país4.
¿Reforma del Estado?.- En este contexto se debería imponer una reforma profunda del Estado, que se oriente a una menor desigualdad social, una más equitativa redistribución del ingreso; proceso que se presenta como inviable, ya que no existe en absoluto la voluntad política de hacerlo.
El discurso político que se escucha a diario apunta a señalar que es nuestra condición de país atrasado tecnológicamente y con bajos niveles de inversión lo que limita nuestro crecimiento, y que cuando superados estos obstáculos y podamos crecer no a 4%, sino a un 8%, como lo hicieron otros países por un par de décadas, entonces veremos como por arte de magia que la pobreza se reduce drásticamente y el empleo se despunta.
Hemos visto ya la toma de una comisaría por un individuo que aparece en la escena nacional como expresión de la violencia radical que vive nuestro país, a diario observamos protestas callejeras, despedidos en huelga de hambre, etc., personas que reclaman no sólo un cambio de política económica o de sistema, sino en el fondo una oportunidad de tener un lugar en la sociedad, una oportunidad de sobrevivir.
Estos aspectos, antes que Rifkin ya fueron señalados por Marx5 al hablar del ejército industrial de reserva, y la solución parece ser la misma que la planteada hace más de un siglo: que el propio capitalismo crea las condiciones para su extinción.
Entonces ¿cuál es la salida?, ¿una reforma integral del Estado, en el que se establezcan condiciones de mayor equidad social?, o como algunos ya señalan que la solución se encontraría fuera del actual marco de las leyes impuestas por el capitalismo, en el que la lógica de obtención de ganancias por las empresas inmersas en una cruda competencia de mercados, no tiene en cuenta las condiciones de bienestar y de derechos básicos que deben gozar los trabajadores.
1 Robert Heilbroner en la introducción a “El Fin del Trabajo”.
2 FIGUEROA, Adolfo. "Ciencia y Desarrollo: El papel de la Ciencia Económica". Sept. 2001. Documento de trabajo Nº 202. PUCP.
3 Boletín de Economía Laboral Nº 20, octubre del 2001.
4 Según cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadística e Informática la remuneración mínima vital, medida en nuevos soles a junio del 2004, siguió la siguiente trayectoria: 1962: 1012, 1970: 1063, 1975: 1226, 1980: 1111, 1985: 639, 1990: 314, 1991: 195, 1992: 218, 1993: 146, 1994: 220, 1995: 199, 1996: 178, 1997: 371, 1998: 397, 1999: 387, 2000: 445, 2001: 435, 2002: 436, 2003: 427, 2004: 460. Lo cual demuestra la situación de pobreza y carencia de recursos de la masa trabajadora.
5 El marxismo tuvo el mérito de explicar el desempleo temporario y crónico a partir de las propias leyes de la acumulación capitalista. "Las oscilaciones de la acumulación de capital, aparecen a los economistas burgueses como oscilaciones del número de asalariados que se ofrecen. Sufren del mismo engaño que las personas que creen que el Sol gira alrededor de la Tierra y ésta permanece inmóvil". Carlos Kautsky: Doctrina Económica de Carlos Marx. El Yunque Editora.
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